Mientras te esperaba...
- Justine Hernández
- 18 oct 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 1 oct 2021
VII
Sería bueno un día amanecer y no recordarte. No pensar por ejemplo, que haces falta en el café de la mañana. Sería bueno que mi día transcurriera sin buscar tu nombre o que escucharlo me fuese tan trivial como cualquier otro, como el nombre de un desconocido y no como la palabra que me lleva inmediatamente a sensaciones y lugares.
Sería bueno andar la tarde sola y encontrarte, decirte: hola y que sonrieras por educación y enamorarme o conocerte en un bar lleno de humo y lanzarte un ¿Bailamos?, y que dijeras que sí o tal vez hacer algo más simple, como invitarte un café a la salida de un cine, contarnos las historias, quedar para otro día, pasarnos los teléfonos. Tender una línea de comunicación.
Entonces me conocerías ahora, a ésta, la de hoy, y quizá podrías quererme como soy y no añorar lo que fui. Quizá yo sería mejor para ti y tú mejor para mí, o quizá seríamos algo que no fuimos, algo que no podemos ser. Pero algo mejor para los dos extremos. Y no esta madeja de recuerdos y castillos en el aire que se rompen al mencionarse.
Me gustaría encontrarte hoy o mañana, cuando ya he aprendido muchas cosas o al menos algunas que hubieran evitado la catástrofe. Quisiera que fueses mi segundo amor (al que se le quiere mejor) y no el primero (al que se le quiere más), porque entonces todo sería más fácil. Y yo no andaría como ahora buscando en mi bolsillo dos explicaciones para mi existencia o tratando de sacar las culpas del cajón.
Sería bueno amarte con la tranquilidad de mis treinta, abrirte el vagón de mis recuerdos sin que te suenen a pasado, contarte mis aventuras de los veintes y mis travesuras de la infancia. Reconocerme frente a ti. Sería bueno chocar en una calle, mirarnos, encontrarnos y dejarnos caer otra vez por vez primera.
Yo saltaría al vacío por tu mirada ¿y tú?
Justine Hernández
XXV
El adiós es un hoyo negro, absorbe en su vacío la historia nuestra.
¿Cómo cabrán en cinco letras nuestros 3654 días?
La gravedad oscura se traga las miradas, los orgasmos, los domingos y lunes, el códice que inventamos desaparece y sólo nos queda el silencio.
Qué vacío…
Ni un atardecer, ni una llamada, ni nos duele el pasado, ni las infidelidades, ni las pijamas a cuadros, ni una casa.
Justine Hernández
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